El 1 de noviembre de 1946 fue un día muy caluroso en San Antonio, para refrescarse un rato tres niños hermanos de una conocida y querida familia de comerciantes locales fueron a darse un chapuzón en las aguas del estero El Sauce de Llolleo. Los chicos eran muy unidos pero los alegres planes para esa tarde terminaron en tragedia: los hermanos se ahogaron en las fangosas aguas del estero. La noticia caló hondo en la comunidad local, con gran congoja las víctimas fueron despedidas y sepultadas en el Cementerio Parroquial de San Antonio. Un mes después los eventos tomaron un giro paranormal. Se decía que animales de los sectores cercanos al estero El Sauce empezaron a aparecer muertos. Cabritos, vacas, caballos y otros animales presentaban agujeros en el cuello y parecía que les habían succionado toda la sangre. En la ciudad surgió el rumor de que los tres hermanos ahogados salían por las noches de su mausoleo como vampiros que mataban animales y aterrorizaban a la gente. En esa época los sectores altos de Cerro Alegre estaban despoblados y el cerro Centinela (más conocido de la Virgen) estaba cubierto por un bosque de pinos.
Una versión muy comentada entre los pobladores fue que, ante la alarma por los comentarios, los inocentes fallecidos fueron desenterrados para constatar lo que estaba ocurriendo. Con sorpresa, se dijo que los niños estaban igual al momento de ser sepultados, no había proceso de descomposición salvo que tenían las uñas y el pelo largos y la ropa y zapatos gastados.
Eran días post Segunda Guerra Mundial, la noticia saltó a los diarios de otras ciudades y no fueron pocos quienes hicieron guardia día y noche en el Cementerio Parroquial para ver a los tenebrosos vampiros.
Aún hoy, los vecinos más antiguos de San Antonio creen que en el entorno del estero San Pedro y Parque DYR se pasean en la oscuridad de la noche los tres vampiros.
JGV