BiblioRedes Panguipulli Presenta el libro destacado de la semana: "En medio de ninguna parte" de J. M. Coetzee
Publicado el Octubre 19, 2015 - 15:36
Hace no mucho leí en el prólogo que Joyce Cary escribió para su novela Mister Johnson una reflexión sobre la lectura que me gustó especialmente. En ella el escritor irlandés hacía hincapié en la actitud activa de todo lector cuando, a través de una acción creativa subconsciente, es quien termina la obra literaria dotando de significado y de ideas lo que, de otra manera, no sería más que una serie de rayas torcidas sobre un papel.
Esta idea de lectura como creación, como acto que dota de significado, se cumple especialmente con algunas obras, entre las que considero que debe figurar En medio de ninguna parte, de John Maxwell Coetzee.
A Coetzee siempre se le buscan lecturas relacionadas con la condena del apartheid y la realidad social sudafricana, y supongo que ahí entra de nuevo la libertad incuestionable de cada lector. Pero lo que hasta ahora he leído de su obra se me representa siempre como un retrato de la soledad. La soledad como la única realidad en la que el ser humano vive inmerso; la imposibilidad de acercarse al otro, como si éste estuviera a kilómetros de distancia. Esa sensación de aislamiento parece lógica en la dureza del desierto sudafricano y por eso Coetzee parece hablar sólo de su país, cuando en realidad retrata al hombre, sin importar su nacionalidad.
En medio de ninguna parte nos habla de esa soledad, única compañera del ser humano, al narrarnos la vida de una mujer que vive en una hacienda en medio del desierto, en compañía de su padre y un par de criados. El comienzo nos promete una historia cualquiera: la de la llegada de la nueva esposa del padre. Sin embargo, poco a poco la narración comienza a darnos sorpresas. La historia está formada por retales que la voz de la protagonista va entremezclando, cambiando de lugar, al volver sobre los mismos hechos para contarlos de manera distinta, cambiando el final, las palabras, el sentido
La narradora juega con las palabras porque, aislada en medio de ninguna parte, sabe que son lo único que tiene. Y así, como si de unos dados se tratara, las agita en sus manos y las lanza, para contar luego lo que un azar loco ha querido: un asesinato, una historia de amor, una historia de celos, un entierro, una llegada, una despedida, otro asesinato
¿Cuál de todas historias es la que de verdad quiere contarnos la voz que narra? Todas y ninguna, porque contar es sólo un juego con que entretenerse para distraer a la locura que acecha en el brillo del sol. La historia es la verdad que trasciende lo que se narra: que si bien el ser humano está condenado a estar sólo, no puede resignarse a no ser capaz de llegar al otro, pero la lucha contra esa certeza le conduce a la demencia.
En medio de ninguna parte exige que el lector ponga todo de su parte para seguir el laberinto de relatos que se entremezclan, para unir las palabras que dibujan y desdibujan realidades como espejismos del desierto, para seguir el delirio que arrebata a la narradora, abandonada a sí misma en la soledad de una granja en Sudáfrica.
Fuente: Solo de libros