BiblioRedes Panguipulli Presenta el libro destacado de la semana: "El rey se inclina y mata" de Herta Müller

 

Herta Müller nació en el seno de la minoría alemana que vive en la región de Timisoara (Rumanía). Hija de granjeros suabos, su historia familiar refleja el trágico devenir de un siglo abrumado por los conflictos ideológicos. Su padre participó en la II Guerra Mundial como voluntario de las Waffen-SS y su madre fue deportada a Ucrania en 1945. Müller nació en 1953 en Nitzkydorf (Banat). Pertenecer a una minoría acusada de simpatizar con el nazismo en un país comunista exige enfrentarse al pasado, sortear el presente y comprometerse con un futuro capaz de liquidar la tentación totalitaria. Tras finalizar sus estudios de filología germánica y rumana, Müller comienza su activismo político, integrándose en tertulias literarias que reivindican la libertad de expresión. Negarse a colaborar con la policía secreta le cuesta su trabajo como traductora y un acoso que implica detenciones e interrogatorios.

En tierras bajas (1982), una colección de cuentos que representa su debut literario, sufre los recortes de la censura. Drükender Tango (1984), su primera novela, aparece en Bucarest, pero sus referencias a la corrupción, la intolerancia y la represión provocarán que se incluya a Müller en la lista de autores prohibidos. En 1987 se establece en Alemania, donde obtiene un amplio reconocimiento y en 2009 se le concede el Nobel. Apenas conocida por el lector español, se ha apuntado que en sus narraciones breves se aprecia la influencia de Pedro Páramo. Al igual que Rulfo, Müller explota la confusión derivada de mezclar realidad y ficción, sin definir el límite entre lo posible y lo irracional, lo verosímil y lo fantástico, onírico o alucinatorio.

El rey se inclina y mata es un conjunto de relatos de carácter autobiográfico, donde la recreación del pasado convive con la denuncia política. Müller rehúye la militancia que esquematiza los conflictos, optando por un registro poético que combina la experiencia personal y la reflexión teórica sobre la situación del individuo en un Estado totalitario. Müller consigue una perfecta convergencia entre lo íntimo y lo universal. Nos habla de su infancia y del paisaje, de la trama familiar que urdió su destino y de las sevicias de Ceausescu, de la vocación literaria y el proceso de maduración en un entorno adverso, pero sus experiencias se encadenan con las vivencias universales de los hombres y mujeres maltratados por dictaduras, donde el poder se inmiscuye hasta en los aspectos más triviales. En “Cada lengua tiene sus propios ojos”, Müller describe su infancia como “una escuela de silencio”, donde el cuerpo y la mente se disocian para soportar la vigilancia de las autoridades. Cita a Cioran, que define el miedo inmotivado como la forma más intolerable de horror, y señala que el poder totalitario cierra su ciclo cuando el individuo ha interiorizado el miedo como un elemento ineludible de su rutina. En “El rey se inclina y mata”, la figura simbólica del rey se adentra el pueblo natal de Müller por medio de un tablero de ajedrez, pero no se trata del rey de los cuentos infantiles, sino de un tirano que administra y planifica el miedo con una sobrecogedora frialdad. En “La Mirada distinta”, el Estado es un ojo que escruta la vida de los ciudadanos, conspirando para suprimir hasta el más pequeño recinto de privacidad.

Las dictaduras utilizan el miedo para despersonalizar y abolir la diferencia que nos singulariza. Müller preserva su identidad con la poesía, demostrando que la literatura y el compromiso pueden coexistir sin estorbarse, acotando un irreductible espacio de libertad. El rey se inclina y mata es el relato de una rebelión contra la Rumanía de Ceausescu que revela el poder de las palabras para rescatar al ser humano de la barbarie y la indignidad.

 

 

Fuente: elcultural.com