BiblioRedes Panguipulli Informa: El artista Totoy Zamudio trae una nueva exposición a Panguipulli.

 


  Totoy Zamudio, Entrevista año 2013:


 Un día Totoy Zamudio (42) decidió olvidar. Olvidar lo que había aprendido en la escuela de arte de la Universidad Finis Terrae y en la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Abandonar la paleta de colores que lo caracterizaba y las influencias que lo salpicaban. Vaciarse de Picasso, de Matta, de todo. Y entrar en un estado amnésico voluntario para ser solo Totoy. “Traté de sacar todo lo accesorio. Nunca más -ojalaaaaaaaaaaá- otra influencia”, dice casi a gritos, con su voz amplificada por la buena acústica de la galería Blanc. “Y sigo en eso. Ahora he optado por dejar la carita de los monos en blanco”. Los ‘monos’ son el enjambre de criaturas que pueblan sus cuadros; los llama así, aunque a veces también se refiere a ellos como si fueran sus compadres: “Mira ese hueón. ¿Cachái que tiene cuerpo de tornamesa?”. 

Es complejo olvidar lo que te enseñaron. Sí,  pero es muy sano. Lo hice conscientemente, yendo al taller todos los días, aunque  no tuviera ganas, pero como se me va la vida en el arte,  lo hice. Ese es mi mundo.

Esta podría ser una fracción de ese mundo: su taller silencioso, su cabeza en blanco. “Llego sin imágenes previas, hasta que empiezan a pasar cosas. Agarro el lápiz y aparece un mono, dos  monos”, cuenta. A veces todos los ‘monos’ pueden nacer en un solo día, como ocurrió con los de esta muestra. No se pueden contar, pero deben ser cientos de criaturas abrazadas, apretujadas, amontonadas, como si estuvieran dentro de un vagón del metro en la hora peak, pero felices. “Lo que ellos quieren es que te emociones y te caguí de la risa. Están puestos ahí para joderse y para que tú mires que se están jodiendo”, dice.

Es una fraternidad casi promiscua. Hay algunos que están durmiendo encima de otro, y otros que no tienen espacio, pero están felices. “Es que eso somos: yo no soy más importante que el del lado, todo lo contrario, lo necesito. Necesito redes, porque la pintura sola no sirve, y un pobre y triste hueón abandonado tampoco”.

¿Así te instalas en el mundo? Puede ser, pero fíjate que siendo supersocial, me gusta mucho estar solo.

Pero también te debe gustar estar pegoteado con los demás, como tus ‘monos’. Sí. Yo soy el que meto el dedo en la oreja, el que molesta. 

¿Qué dice tu certificado de nacimiento? ¿Cómo te llamas, realmente? José Manuel Zamudio…

¿Quién te puso Totoy? Mi mamá me hacía cariño en la guata y me decía ‘coicoi’, y yo levantaba las patas, me chupeteaba los dedos gordos de los pies y hacía todo lo que hacen las guaguas. No podía decir ‘coicoi’, me salía ‘toi’, ‘toi toi’, ‘totoi’… Cuando mis amigos llamaban por teléfono a mi casa, preguntaban:  ‘Tío, ¿está José Manuel?’, y mi papá gritaba: ‘Totooooooooy’. Si me dicen José, no me doy vuelta. ¿José Manuel? No existe, solo en el banco… Me han pasado cosas divertidas. Una vez me invitaron a una premiación y me dijeron ‘señora Totoy Zamudio’. Otra vez escribieron ‘Toto y Zamudio’, ¡como si yo fuera dos personas!

¿Conoces a otro Totoy? No, pero lo he googleado y hay un montón de chinos que se llaman como yo.

Lo que ellos quieren es que te emociones y te caguí de la risa. Están puestos ahí para joderse y para que tú mires que se están jodiendo”, dice sobre las criaturas que pueblan sus cuadros.

 

 

 

Fuente: Revista Mujer