En la lectura debe cuidarse de dos cosas: escoger bien los libros y leerlos bien. Jaime Balmes
Publicado el Febrero 3, 2014 - 12:07El color de la portada engaña. Lo que Lemebel escribe en Serenata Cafiola no es rosa. Aunque su pluma maricueca (como dice él) calque un prisma del arcoíris GLBTI, el tono de sus crónicas es gris.
Esta vez, el chileno habla de música y su cancionero tiene trova, bolero, rock y bossa nova. Son los ritmos que suenan en sus recuerdos de la disonante dictadura pinochetista. Son, además, el soundtrack de su trasnochado trajín homosexual.
Cada texto es una anécdota divertida que, rara vez, termina en sonrisa. Lemebel cuenta cómo el tema I saw her standing there, de The Beatles, se convirtió en un santo y seña para el intercambio de sus primeras caricias gay. Relata esa ocasión en la que Chavela Vargas se cortó sus trenzas indias, en Chile, como un gesto de amor lésbico. Rememora la noche que culminó con una foto junto a Omara Portuondo, y se acuerda de qué manera el nombre de Víctor Jara terminó escrito con lápiz labial en la pantalla de un avión.
El escritor también detalla por qué durante su infancia empezó a llamar mamá pistola a su progenitora, y comparte ese episodio protagonizado por un compatriota suyo, quien quiso dispararle durante una feria de libros. Así, con su desenfado insigne, Lemebel proyecta en 237 páginas las imágenes sepia de su cabeza de marica aburrida y sentimental con sus historias de pájaros. Y con cada pasaje le va quitando el polvo a sus memorias, para llenarlas con el brillo falseado de la escarcha.